domingo, 31 de julio de 2011

Relatos de la abuela lola: Mercedes.

  Son recuerdos que te vienen cuando estás en la misma habitación, sentada en el mismo sillón, cerca de la mesa y el televisor enfrente; y te das cuenta de que ya no tienes sentada a tu lado a una persona querida: mi consuegra Mercedes. Ella tenía una sencillez, armonía y serenidad hablando, que daba gloria escuchar. Eran recuerdos agradables, no de nostalgia. Contaba sus relatos con una memoria que no parecía que fuesen de una persona con cerca de noventa años. Cuando me veía entrar, me decía: Lola, que alegría me da verla. Yo le contestaba: Mercedes, la senda ya está hecha. Se reía y me decía: siéntese usted aquí. ( En el mismo sillón de mis relatos ). Empezábamos a hablar, y en nuestra mente de personas mayores, siempre estaban nuestras historias del pasado, de las coplillas de la época, los juegos, el teatro; y de nuestros amores. Tantas anécdotas, que terminábamos riendo. Me encantaba cuando me decía el padrenuestro en francés. Era una verdadera católica, con su Virgen de Utrera, a la que pedía todo con tanta devoción, que la virgen la escuchaba. Para mí era una persona culta, elegante y maravillosa.

martes, 12 de julio de 2011

Manos rugosas.

Manos rugosas por los años ya pasados,
desgaste ya de los huesos.
Igual que el cauce de un río vamos siguiendo
entre silencio y murmullo.
Como las grandes tormentas
después de la tempestad
queremos la serenidad.
Siempre la vamos siguiendo
pero es difícil encontrarla.
Personas mayores somos,
y somos los incomprendidos
de la juventud moderna
y aunque la sangre les corra,
todos somos cauce de ella.
Poco a poco va pasando
y al final el charco queda.