Manos rugosas por los años ya pasados,
desgaste ya de los huesos.
Igual que el cauce de un río vamos siguiendo
entre silencio y murmullo.
Como las grandes tormentas
después de la tempestad
queremos la serenidad.
Siempre la vamos siguiendo
pero es difícil encontrarla.
Personas mayores somos,
y somos los incomprendidos
de la juventud moderna
y aunque la sangre les corra,
todos somos cauce de ella.
Poco a poco va pasando
y al final el charco queda.
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