lunes, 16 de julio de 2012

  • LA RATITA.
Érase una vez una familia de ratones: los padres, tres
ratoncitos y una ratita.
A pesar de vivir en una buena casa, estaban pasando
mas hambre que un lagarto detrás de una pita. No vi_
vían solos, pués tenían como guardián a un gato pelu_
do, con unos bigotes larguísimos, unas uñas bien cui_
dadas que cuando las sacaba, daban miedo; un olfato,
que nada más asomar la cabeza los ratones del escon_
dite, por muy despacio que lo hicieran, los olía rápida_
mente. Y, ¡ Ahí está la odisea! Como decía la ratita.
Carreras para arriba, carreras para abajo, zarpazos por
todos lados hasta encontrar escondite. Estaban deses_
perados, hambrientos y hechos polvo de tanto correr.
El gato mimado por su dueña,  tenía un gran cojín de
seda, se echaba en él al lado de un tazón de leche, ga_
lletas de todas clases, y a dormir con un ojo abierto y
otro cerrado, y aquí me las den todas. La familia de
ratones tenían la comida al alcance de sus bocas y no
podían hacer nada para cogerla. La ratita que veía todos
los días la misma historia se dijo: ¡Se acabó  pasar
hambre!  y le dijo a su madre: - he oído decir que los ga_
tos tienen el olfato en los pelos del bigote, y yo voy a
averiguarlo. - ¡No sigas por favor, me da miedo lo que
en tu cabeza le estás dando vueltas, porque sé lo que
estás pensando!.
 - Mamá, no te preocupes por el miedo, más dá el hambre
y algo se me ocurrirá. Dicho y hecho, a la mañana si_
guiente esperó a que el felino se pusiera cómodo en su co_
jín junto al gran tazón de leche, y se puso tan despacio
como pudo cerca de él. -¡Hola! le dijo con dulzura. El ga_
to pegó un salto que la ratita no supo que hacer, si correr
o quedarse. Estaba muerta de miedo viendo como las uñas
despacito, despacito al gato le iban creciendo. Para ella
misma se dijo ¡Ahora o nunca!. ¡Quieto! - le dijo duramente -,
te voy a proponer un plan, que creo que si me escuchas te
va a interesar, y te lo voy a decir, porque después de lo
que nos haces pasar a mi familia y a mí, me das pena.
-¡Y si no te creo! - le dijo el gato.
-¡Comemé! - le contestó la ratita.
- ¡Así lo haré, lo haré ... !
La ratita empezó su relato: - he visto como te dabas lame_
tones en las patas, y después en la cara -. La ratita viendo
que la escuchaba con atención, siguió hablándole de su
plan, - esos son unos bichitos tan pequeños y peligrosos que
se crían en la piel, y el pelo poco a poco se te va cayendo.
Y tú sabes que eres el orgullo de tu dueña por lo sedoso de
tu pelo, que ella suele acariciar con pasión, y si te pasara
algo en él te verás en la calle como gato callejero.
El gato al escuchar las últimas palabras le dijo:  - ¡Y tú quién
eres, miserable rata para decirme eso, y además ahora te vas
a ver en mi boca! - y le enseñó los dientes.
- ¡Eh, eh, eh... a mi me da lo mismo, pero tú piénsatelo! Yo soy
tu solución  - pero eso se  lo decía la ratita mientras corría
que se las pelaba para encontrar su escondite. El gato viendo
que corría como gamo le dijo: - ¡Me lo pensaré! -. Y ella le apun_
tó: - ¡Pués date prisa o te quedarás calvo!.
Poco a poco, se ganaba la confianza del felino, y un buen día
de golpe a porrazo le dijo: - Tú ganas, acepto.¡Pero ya sabes lo
que os espera a ti y a tu familia si me engañas!.
- Te juro que ésto no se te olvidará nunca, le contestó la ratita.
Cuando la ratita se lo dijo a sus padres,  temblaron de pies a
cabeza.- ¡Pero no te das cuenta que serás la merienda del gato!
le gritaron . - Tranquilizáos, que está todo pensado.
La ratita le dijo al minino: - Estoy preparada, ¿Y tú?.  - Sí -, le con_
testó -. pero antes, te voy a decir que te va a molestar un poquito
porque los bichitos están agarrados en la piel, y tendré que ti_
rarte muy fuerte, pero yo creo que tú no eres un gallina, (aun_
que yo te veo como un plato de queso, pensó la ratita.) Siguió
hablándole , - tú cierra los ojos y yo hago lo demás-, primero le
rascó la cabeza hasta llegar a los pelos del bigote y, ¡Zas! en_
tre ¡Ay! y ¡Ay! los bigotes le iba arrancando uno tras otro. Y
así el gato quedó sin olfato; pero tan contento quedó, que dor_
mía todos los días como un lirón... y los ratones tuvieron con
toda tranquilidad la comida que quisieron.
Éste fue el ingenio de una ratita que salvó a su familia de ser
maltratada por las garras de un gato malcriado.



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