miércoles, 18 de julio de 2012

LOS RECUERDOS.

¿Que sentimos cuando vivimos de los recuerdos?
El sino se encarga de jugar con ellos.Nací en una
humilde casa, el cielo era mi techo, dormía bajo las
estrellas; la luna, mi amiga verdadera: todo se lo contaba.
La naturaleza mi escuela. Sabía el ruido del aire cuando
rugía la tormenta, el sonido del agua corriendo por los
arroyos. Me gustaba nadar como los peces, corría como
los cervatillos. Me decían que era fea, ¿qué me importaba
si era feliz con lo que tenía?. Esa era mi vida y estaba con_
tenta. Pero el destino me reservaba algo que nunca me ha_
bría imaginado.Cuando fui mayor me colocaron en casa de
los "señores" como mis padres les decían. Tenían varios hi_
jos, y uno de ellos era ciego; por lo visto me querían para
ser su lazarillo. Al principio me topé con una persona huraña
y mal educada, tenía que aguantar todos sus caprichos.
Recuerdo que mi madre me decía: Tendrás que ser paciente.
Pero aquella no era vida, me ahogaba. Y un día le dije:
Daremos un paseo y harás lo que yo te diga.-Tu que sabes
desgraciada-, me contestó. Pues creo que estaremos todo el
día sentados al fresco;  yo sé vivir, algo que tenemos todos los
que nacemos y vivimos en la naturaleza, y tú poco sabes disfru_
tar de ella,"señorito". Él se quedó callado y pensó que aquella
muchacha no era como se imaginaba. Si te dejas llevar por mí,
te repito, te haré vivir en mi paraíso. Daré vida a tu vida, te en_
señaré el contacto con los animales, el de la lluvia en el rostro,
la luna con sus encantos y los pájaros con su trino.El muchacho
cambiaba, todos lo notaban, ya no era huraño, era amable;
deseaba que llegara la muchacha de voz dulce y manos agrada_
bles. Sus vidas se unían, sin saberlo, cada vez más fuerte. Hoy,
le dije , te haré volar como los pájaros: y en un columpio entre
los árboles reíamos y reíamos... Los días pasaban llenos de ilu_
siones. Empezamos a vivir los placeres del amor. Agarrados de
las manos éramos felices como nunca lo habíamos sido. Pero el
destino quiso algo diferente...Un día me cogió las manos apreta_
das y me dijo: Me marcho a la ciudad, voy a operarme de la vista.
El corazón me dio un vuelco. Pasaron los meses, y un día me en-
teré que los señores habían vuelto.Corrí a la casa, como todos los
empleados, para ver al señorito que había recuperado la vista.
Pero él llegó y al verme dijo: ¿Quién es esa muchacha tan fea?
Todos empezaron a reírse. Agaché la cabeza sin decir nada. La
madre del muchacho le dijo: es tu lazarillo. Se quedó helado, no
supo que responder, demasiado tarde de lo dicho. Al cabo de los
años, él recordaba su vida detalle por detalle y así lo escribió:
Había marchitado la flor silvestre más maravillosa de su existencia,
la buscó pero nunca la encontró. Su vida era  una rutina. Por eso a
veces iba al jardín, cerraba los ojos y cogiendo su bastón con tanta
fuerza que imaginaba las manos de la muchacha,  que tan bella era
por dentro, y le dio sus ojos para enseñarle a ver la verdadera vida.





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